30 diciembre 2012 |
Lo peor está por venir |
Aunque los datos van a tardar aún varias semanas en confirmarse y publicarse, es de suponer que ya estará decantado para un lado u otro de la balanza el fiel que dirimirá si España lo ha sido a su promesa de dejar el déficit público en el 6,3%, o bien se desviará unas décimas como insinúan últimamente desde el Gobierno. Sería un poco frustrante que no cumpliéramos el objetivo cuando a él hemos sacrificado durante todo el año un buen número de puestos de trabajo y de recursos en los servicios públicos con la esperanza de que la estabilidad presupuestaria sea la condición previa para volver a crecer, según la ha venido presentando Mariano Rajoy hasta antes de ayer mismo. Aunque parezca mentira, un año después de tomar posesión el presidente también continúa amparándose en la herencia recibida para justificar unos recortes que superan con mucho los 28.000 millones de desfase del déficit de 2011. Pero es que, además, el de 2012 comenzó en cero el 1 de enero, y casi todos los gastos a los que tiene que hacer frente el Estado están tasados desde el principio. Rajoy podía darlos por sentados. Si el déficit supera el prometido pese a los sucesivos recortes y medidas fiscales introducidos en marcha para contenerlo (lo cual tampoco tiene más mérito de gestión económica que sumar y restar), se debe sólo a que el Gobierno contaba con mayores ingresos, que no han llegado porque, igual que su predecesor, no ha sabido reactivar la economía. Y no por falta de margen para hacerlo con dinero público, porque el PP, liberal, siempre aseguró que le bastaría crear las condiciones para que resurgiera la iniciativa privada. Si ahora achaca al lastre del déficit la falta de recuperación, sólo puede ser que se ha vuelto keynesiano. Al margen de a quién pretendan echar las culpas de las desgracias de 2012, el caso es que desde el Gobierno nos aseguran que, pasado este año de penitencia y una vez contenido el déficit, volveremos a la senda del crecimiento. Incluso, en las últimas semanas presumen sin cesar de un buen síntoma que no se había registrado nunca en España: nuestro balance comercial con los países de la UE es positivo. Sólo faltaba. Teniendo en cuenta que ni el sector público ni el privado tienen un duro para comprar, lo raro sería que, encima, el balance fuera negativo. Sin embargo, lo más dramático es que, al contrario de lo que nos han prometido, me temo que lo peor está por venir. No ya en 2013, cuando se da por supuesto que la economía y el empleo tocarán fondo en España, sino en los años siguientes. La economía se recuperará algún día, sin duda, pero no lo hará por que tengamos sectores potentes que puedan tomar el relevo de la construcción, sino porque los costes laborales y sociales de las grandes empresas se han reducido mucho. Facilitando las cosas a las empresas no sólo se alivia o se anima a las pymes; también se ensancha el margen de beneficios de las corporaciones que no tienen ninguna necesidad de que se les allane el camino. La economía crecerá entonces porque el PIB se incrementa más cuando uno pasa de ganar 100 a ganar 300 y puede reinvertir el beneficio en otros negocios que cuando cien pasan de ganar 3 a ganar 3,1 y su poder adquisitivo disminuye porque en ese escenario siempre suben los precios. Entonces, el Gobierno presumirá de habernos sacado de la crisis; habrá vuelto el crecimiento y seguramente se reduzca el paro porque la precariedad laboral y las expectativas de beneficios favorecen la contratación. Pero el crecimiento económico no es un fin en sí mismo si no lleva aparejado el bienestar de la mayor parte de los ciudadanos sino cada vez más desigualdad entre unos y otros. Terminará la crisis pero se mantendrá la legislación que se ha introducido bajo su amparo. Por eso, lo peor está por venir: llegará cuando "lo peor" haya pasado.
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Referencias y contextualización El déficit público de 2012 se conoció finalmente el 27 de febrero y terminó siendo, según los baremos y cálculos del Gobierno, de un 6,7%. En vísperas de las elecciones generales de noviembre de 2011 se escribió "Premisas para un voto".
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