13 julio 2005 |
Madrid-Londres |
Cuesta creer que un binomio compuesto por dos capitales europeas, casi a modo de puente aéreo, haya concentrado sobre sí el foco de la actualidad durante dos días consecutivos, con connotaciones absolutamente distintas en cada uno de ellos. Y todavía más cuesta comprender cómo, en ambos casos, la derecha se las ingenió para elaborar un complicado retruécano mental que terminara echando la culpa a Zapatero. El PP de Castilla y León habría tenido motivos para corear la rebatiña por el chasco olímpico, ya fuera por la parte que nos habría tocado en el prorrateo de los 300.000 puestos de trabajo que iban a crear los Juegos en toda España; ya porque el citado puente aéreo, si corría a cargo de Ryanair, habría aterrizado en Villanubla bajo el membrete “Madrid norte”; ya porque, según el Barocyl, la gente se siente más española que castellana y debió de resentirse profundamente de la decisión del CIO. Por cierto, que yo no habría sabido qué contestar a esa pregunta. La verdad es que no me siento español, ni castellano, ni vallisoletano, y mucho menos reniego de ello. Sólo podría decir que soy español (o castellano, o vallisoletano) de la misma manera que soy castaño o capricornio. Por fortuna, los de Herrera disfrutan de una serenidad electoral muy superior a la de sus primos mayores y no cayeron en la majadería de culpar a la política exterior de Zapatero de que Madrid no se llevara ni uno de los votos de Nueva York en la tercera ronda de la elección. Es bastante improbable que los dinosaurios del CIO imiten a los castellanos y no tengan otra identidad que la nacional ni intereses más concretos que los geoestratégicos. Especialmente cuando, de los 19 sufragios que se sumaron a la votación en que cayó Madrid, sólo tres eran propiamente estadounidenses y, de los otros 16, los que hasta entonces se habían decantado por la candidatura neoyorquina (varios de ellos sudamericanos, que podían ser “amigos” de Nueva York pero desde luego no de la diplomacia del patio trasero y el destino manifiesto), ocho fueron a París, la candidatura a la jamás habrían apoyado unos votos supuestamente dictados por las motivaciones patrióticas. El jueves todo cambió. Los islamistas volvieron a demostrar que odian a muerte al PP y le fastidiaron la táctica transformando completamente el significado del binomio Madrid-Londres. Pero también entonces los voceros conservadores se las arreglaron para regresar a la trinchera. Primero recordaron que, a diferencia del Gobierno británico, Acebes había dado la información del 11-M “en tiempo real”, como si fuera eso lo que se le reprocha, y luego se dedicaron a añorar la “firmeza” británica, que ellos asimilan a su tradicional pereza mental de suponer que los terroristas no tienen motivos y sólo matan por matar. Sobre esto último, no se pierdan el artículo de Gary Younge que publica hoy en Internacional la edición nacional de El Mundo.
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Referencias y contextualización El miércoles 6, Londres fue designada por el Comité Olímpico Internacional como sede de los Juegos Olímpicos de 2012, que también aspiraba a acoger Madrid; un informe recogido por El Mundo ese mismo día calculaba que la elección deMadrid crearía 300.000 empleos en toda España. Madrid lideró la votación en la segunda ronda, pero cayó eliminada en la tercera al recoger menos votos que Londres y París, que pasaron a la final. A esa tercera ronda se incorporaron los tres votos de los miembros estadounidenses del CIO, que pudieron empezar a pronunciarse al caer eliminada Nueva York, y los 16 que habían optado por esta última candidatura y tenían que decantarse por otra. Diversos líderes del PP, como Mariano Rajoy, Ángel Acebes, Eduardo Zaplana y Ana Botella, así como varios periodistas afines, culparon inmediatamente a la política exterior de Zapatero y su despegue de EEUU de que Madrid no hubiera recibido ninguno de esos votos libres y por tanto hubiera quedado fuera de competición. Al día siguiente, los atentados islamistas de Londres inspiraron pronto las comparaciones con el 11-M. El Gobierno británico no informó tan puntualmente como el ex ministro del Interior Ángel Acebes del curso de las investigaciones, y nadie le criticó por ello; esto sirvió para que miembros del PP y analistas conservadores recordaran la contestación que recibió el Gobierno popular por la información que proporcionó tras los atentados de Madrid, aunque los reproches no fueron por falta de diligencia sino por sostener que los datos apuntaban a ETA cuando ya se hacía evidente que los autores habían sido los integristas islámicos (ver "Cuatro días de marzo"). Desde los mismos sectores también se resaltó que, en contraste con la actitud del PSOE tras el 11-M, nadie en el Reino Unido se atrevía a cuestionar al Gobierno y que todo el mundo tenía muy claro quién era el enemigo y que había que combatirlo sin cuartel. Sobre este tema, El Mundo publicó el 13 de julio, con traducción de Kiko Rosique, un interesante artículo de Gary Younge para el periódico londinense The Guardian, titulado "A Blair le devuelven el golpe". El Barocyl o Barómetro de Castilla y León, publicado la semana anterior, revelaba que los ciudadanos de esta comunidad se sienten más españoles que castellanos o leoneses. Ryanair era una compañía aérea de bajo coste que había escogido el aeropuerto vallisoletano de Villanubla como uno de sus pilares comerciales, recurriendo a veces a la falacia de hablar de Valladolid como "Madrid norte" dentro de su estrategia de aterrizar en aeródromos de segunda categoría para abaratar costes.
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