24 marzo 2013 |
No a sabios sino a sencillos |
Después de casi 12 años malempleando papel y tinta en este periódico, a estas alturas no voy a descubrir a nadie que no soy precisamente un acólito del Vaticano. Sin embargo, la relación un tanto patológica que mantengo con la religión me hizo seguir con gran expectación el cónclave de 2005, cuando parecía que a la Iglesia no le quedaba otro remedio que modernizarse de la mano de los cristianos de base si no quería consumar su irrelevancia en el mundo civilizado; es decir, todo Occidente menos el Medio Oeste americano. Recuerdo perfectamente el lugar exacto del Paseo de la Castellana donde me encontraba cuando el protodiácono me anunció a través de la radio del coche: “Cardenal Joseph...”. Iba solo, pero se me escapó en voz alta : “Hostiá, Ratzinger”. Y pensé: “Estos romanos están majaretas”. No es que la elección de un erudito me pareciera un retroceso respecto a su fotogénico y adorado predecesor, a quien se alababa que cargara por el mundo con la cruz de sus achaques como si eso redundara en algún beneficio para alguien. Pero un sabio en la cátedra de San Pedro tampoco augura grandes progresos en el refinamiento de la doctrina, porque conocer toda la literatura teológica no tiene mayor valor intelectual si se carece del sentido crítico necesario para dudar de que sea la verdad revelada. Mientras los católicos no se levanten contra la manida metáfora del pastor y las ovejas, que se reiteró en los prolegómenos del encierro vaticano, no podemos esperar nada interesante de las mentes de la Iglesia. En cambio, me da la impresión de que un pontífice como este Francisco s/n hasta que no le salga una secuela es, si no se le pasan los efectos de la fumada blanca y mantiene el rumbo que insinúa, exactamente lo que le conviene ahora mismo a la Iglesia. No porque se haya bautizado en honor a mi santo patrono, aquel trastornado a quien le gustaba ser pobre y según la leyenda hablar con los animales, ni por las nada ecuménicas trivialidades de que sea hispanoamericano y hable nuestra lengua, a las que tanta trascendencia otorgan algunos. Me lo parece porque los primeros detalles del Papa Bergoglio sugieren que está dotado del único tipo de tolerancia y apertura que le es posible al dogma y también de la inclinación empática hacia los desfavorecidos que resulta más apropiada para calar en la sociedad en estos tiempos de crisis. Cualquiera diría que, por fin, los cardenales han sido consecuentes con sus creencias providencialistas y, en vez de votar, lo han echado a suertes para que decida el Espíritu Santo.
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Referencias y contextualización El que Dios no se revele a los sabios, sino a los sencillos, es un tópico evangélico recogido por ejemplo en Mt 11,25-30. El cardenal jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio fue elegido nuevo Papa el 13 de marzo, tras la renuncia por motivos de salud del anterior, Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) y adoptó el nombre de Francisco en honor a San Francisco de Asís. Al ser el primer pontífice que elegía ese nombre, no sería Francisco I hasta que no le imitara un sucesor. "Estos romanos están majaretas" es un estribillo humorístico que repiten los guerreros galos de los cómics de Astérix y Obélix. Sobre el Papa Juan Pablo II, a su muerte, puede leerse "Bajar el listón". Bergoglio, aunque había criticado temas como el aborto y el matrimonio homosexual, se mostró en sus primeras homilías partidario de acercarse y respetar a los fieles de otras religiones y a los agnósticos y ateos, y especialmente preocupado, siquiera de manera formal, por los pobres y los desfavorecidos.
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