29 septiembre 2010 |
Sindicatos en crisis |
Cuando una sociedad está tan quemada por la crisis y la evidente asimetría entre quienes la provocaron y quienes la pagan, y sin embargo muestra tan poco entusiasmo por la huelga general convocada para hoy, es que los sindicatos deberían cuestionarse seriamente el papel que desempeñan y las estrategias de protesta que practican. Pueden reprochar a Zapatero que en la aplicación de la reducción de gasto que le impuso la UE no haya recortado de otros sitios, aunque por desgracia es un hecho que se recauda mucho más quitando un poco a muchos que mucho a unos pocos. Pero es que la reforma laboral es otra cosa, no busca reducir el gasto. Si la quieren criticar, tendrán que desmontar la versión oficial de que evitará la sangría de empleos que la flexibilidad ha ahorrado a otros países que han perdido un número similar de horas de trabajo. Aunque los sindicatos tuvieran razón y el despido objetivo por mera previsión de pérdidas fuera a suprimir más empleos que los que salva, ¿por qué una huelga general, y no movilizaciones de protesta como las convocadas en el resto de Europa? La huelga no hace daño al Gobierno ni puede influir en su política. Perjudica a las empresas, que son tan víctimas de la crisis como los trabajadores y, en el peor de los casos, motivará más despidos para compensar las pérdidas que hayan sufrido este día. Las centrales sindicales se quejan de que los trabajadores pagan la crisis y no se beneficiaron de la bonanza, cuando fueron ellas quienes entonces pactaron cláusulas de moderación salarial con la patronal para prevenir la inflación. Ahora defienden como gatos panza arriba la necesidad de su propia subsistencia y la constitucionalidad de la figura del liberado, cuando en muchas empresas los convenios los negocian comités de delegados que sólo restan a su jornada las horas que dedican a una tarea no mucho más absorbente que la que pueda desempeñar el presidente de una comunidad de vecinos. No es que los encierros, las huelgas de hambre o las marchas negras den necesariamente la razón a quienes los inician, pero sin duda dan una mayor apariencia de honestidad y legitimidad que una huelga general cuyos promotores no pierden nada por hacerla. Para granjearse más antipatías, los sindicatos esgrimen, sin que se les caiga la cara de vergüenza, la legalidad de una práctica cínica, fascista y tergiversadora de voluntades y cifras de seguimiento como son los piquetes. Si la huelga, a falta de motivos más tangibles, se ha de justificar por defender la “dignidad” de los trabajadores, UGT y CCOO ya pueden ir desterrando de su inventario operativo una coacción que supone un ultraje a su libertad, su capacidad de decisión y su inteligencia.
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Referencias y contextualización Los sindicatos mayoritarios UGT y CCOO convocaron para este miércoles 29 una jornada de huelga general en protesta por el plan de recorte del gasto aprobado por el Gobierno a órdenes de la UE (que entre otras cosas supuso la reducción de un 5% de media de los salarios de los empleados públicos y la congelación de las pensiones para 2010-2011) y una reforma del mercado laboral cuyas claves se resumen aquí. Al mismo tiempo, tres grupos de mineros de la provincia de León, para protestar contra la inminente derogación de la UE de las subvenciones estatales a este sector deficitario, estaban protagonizando un encierro, una huelga de hambre y una marcha kilométrica para reclamar su prórroga hasta 2014, que la UE terminaría aceptando. A los motivos "técnicos" de la huelga, los secretarios generales de UGT y CCOO en Castilla y León afirmaron que la huelga general debía hacerse "por la dignidad de los trabajadores. El artículo "El storyboard de este drama", publicado cuando se convocó la huelga, ofreció una perspectiva un poco diferente de la esbozada en éste otro. El artículo siguiente, "Psicoanálisis del piquete" incide a posteriori en la crítica aquí apuntada a los llamados piquetes informativos.
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