22 abril 2012
Subject to subjects
 

 

Extraña y esquizofrénica época ésta en la que un país se conmueve al ver al padre de la patria disculpándose con un puchero infantil, y la monarquía recobra gracias a un plano de pudor y muletas la legitimación que perdió por culpa de un retrato con elefante cuyo majestuoso poderío hacía palidecer a los ecuestres de antaño.

No seré yo quien añore los tiempos en que el soberano hallaba su justificación en el designio divino, pero, si tiene que ganársela con una disculpa, cualquiera puede preguntarse: entonces, ¿por qué él? Que un monarca esté subject to subjects, sometido a sus súbditos, es una contradicción conceptual: si la soberanía radica en el pueblo, también tendría que elegir a su rey.

En esta polémica, lo que menos importa es que las excusas fueran sinceras o no. Desde el día anterior, la Casa Real sopesaba la posibilidad de que las hubiera, lo cual sugiere que en la decisión final intervinieron los asesores del monarca. Ahora bien, no sabemos si fue el Rey quien les preguntó humildemente: “Debería pedir perdón, ¿verdad?”, o si la iniciativa partió de los consejeros y don Juan Carlos primero se lo tomó como si le señalaran penalti y expulsión, saltó “¡No me jodas, Rafa!” y al final accedió sólo a regañadientes.

Sea como fuere, el muy antiguo linaje de los Borbones ha cedido la soberanía a la ciberplebe, que es aún más caprichosa que el despotismo ilustrado. Las masas consienten al Rey los privilegios de un cargo irracional y perfectamente prescindible, se sienten representadas por él y le alaban tonterías como que sea majete y se salte el protocolo. Le adoran como a un fetiche, pero, eso sí, a cambio le exigen que renuncie a aficiones privadas que tolerarían a cualquier otro; de lo contrario, le convierten en un muñeco de vudú. Es como la gente que un día invoca a un futbolista como si fuera un dios y al siguiente le insulta vociferante porque se le ha visto en una discoteca.

Pese a su empeño en modernizar la institución, don Juan Carlos heredó una cosa del Antiguo Régimen: su capacidad para vivir de las rentas. Él lo ha venido haciendo de su supuesto papel en la Transición y el 23-F, con el que el relato canónico ha legitimado la continuidad de la monarquía mientras desautoriza la república porque su última experiencia en España acabó en una guerra... provocada por sus enemigos. Sin embargo, a partir de ahora el plebiscito va a ser continuo, y ya no va a bastar con que el Rey consiga contratos para grandes empresas de los que no se beneficia el conjunto de los españoles ni aún menos el subconjunto de los tuiteros. Para un monarca, quién lo iba a decir, ponerse una vez en manos de sus súbditos puede terminar siendo algo muy parecido a abdicar.

 

 

 

Referencias y contextualización

El miércoles 18, el rey Juan Carlos pidió disculpas ante las cámaras de televisión por haberse ido a una cacería de lujo de elefantes en Botswana en plena crisis económica. De esta escapada los españoles tuvieron noticia sólo por que el monarca se fracturó el fémur y tuvo que ser operado de urgencia en Madrid.

Por todo ello se generó una gran polémica, en los medios de comunicación y en redes sociales como Twitter, con críticas al Rey y cuestionamientos de la propia monarquía. El tercer párrafo recuerda una célebre anécdota de un partido de fútbol de liga en el que el juez de línea informó al árbitro de que debía pitar "penalti y expulsión" y éste último, aunque le hizo caso, reaccionó inicialmente sobresaltado: "Me cago en mi madre. No me jodas, Rafa. ¿Penalti y expulsión de quién?".

Sobre el carácter de la monarquía actual, a cuenta de un concurso infantil, se puede leer "Monarquía pop-art". Sobre el 23-F y el papel del Rey, con referencias cruzadas con la llamada primavera árabe, "Hemiciclo lunar (el 18-R)".

 

 

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