17 diciembre 2008
Una inversión irresponsable
 

 

Por lo visto, no son los promotores inmobiliarios y los financieros los únicos que cometen la imprudencia de invertir su dinero en valores de alta rentabilidad pero escasa certidumbre, en lugar de reservarlo para cuando toque afrontar épocas de vacas flacas. Quienes hemos opuesto con despecho la irresponsabilidad de esos profesionales del libre mercado que ahora contradicen la esencia de su actividad y se acogen a las subvenciones y la prudencia de los ciudadanos de a pie, que, por bien que les vaya en su trabajo, saben que la ruleta de la vida da muchas vueltas y ahorran para prevenir las consecuencias económicas de un eventual despido o la hipotética enfermedad de un hijo, tenemos que reconocer nuestro error.

Los últimos datos reflejan que no hay una distinción clara entre cigarras y hormigas, y que la mentalidad especulativa y la disposición a arriesgar un euro para llevarse diez están más arraigadas de lo que yo suponía. La inversión más alocada en una estafa piramidal se antoja un modelo de prudencia y austeridad si se le compara con la que está haciendo estos días la mayoría de los castellanos y leoneses, que, ante la perspectiva amenazante de las Navidades de la crisis, se preparan para recortar gastos en todos los motivos de despilfarro tradicionales de estas fechas... con excepción de la lotería.

Sin duda, el décimo es un producto financiero atractivo, con una jugosa promesa de rentabilidad de hasta el 750.000%, pero ni siquiera las agencias de valoración que calificaban de muy seguros los fondos nutridos del dinero de las hipotecas subprime serían tan ingenuas como para otorgar la misma consideración a una inversión que sólo prospera en caso de que el azar escoja una determinada bolita de las 100.000 que entrechocan en el bombo. Es una evidencia que no podemos perder de vista embrujados por la persuasiva labor de marketing de los niños de San Ildefonso.

La lotería es un pésimo negocio, una inversión irracional de la que deberíamos prescindir en este ciclo bajista. Mendigarle una limosna a la suerte, además de oprobioso para el orgullo, tiene unas probabilidades de éxito tan remotas que resultar agraciado entra dentro de lo que comúnmente categorizamos como imposible. Si fuéramos consecuentes con la expectativa de que “a alguien le tiene que tocar”, con mayor razón deberíamos abstenernos de salir de viaje en Navidades porque uno de cada 90.000 españoles va a morir en la carretera.

 

 

 

Referencias y contextualización

El lunes 22 se iba a celebrar el tradicional sorteo de la Lotería de Navidad. Las encuestas revelaban que los castellanos y leoneses tenían previsto recortar sus gastos navideños, pero no su participación en la lotería. Esta semana había estallado el escándalo de la estafa piramidal a gran escala del financiero estadounidense Bernard Madoff, ex presidente de la Reserva Federal. Para estas Navidades, la Dirección General de Tráfico pronosticaba 18 millones de desplazamientos por carretera (es decir, como mínimo, nueve de ida y nueve de vuelta), y las anteriores se saldaron con 100 víctimas mortales. Dos artículos que critican el hecho de que ciertos empresarios y banqueros que se habían lucrado del libre mercado en los tiempos de bonanza ahora estuvieran reclamando ayudas del sector público son "Yo quiero ser constructor" y "Cartillas de racionamiento".

 

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