8 diciembre 2004 |
Una mera cuestión nominal |
Por fin sabemos lo que es Cataluña: una comunidad nacional. Es la pirueta que el PSOE ha elegido para ilustrar la pluralidad del Estado en el artículo 2 de la Constitución, ése cuya reforma exigiría el cisco descomunal de disolver las Cortes. Con tal de arrogarse el poder que da definir, los interesados están dispuestos a someterse a los embrollos jurídicos y los pulsos argumentales más encarnizados, pero lo cierto es que se trata de una mera cuestión nominal que no tiene, por tanto, más solución que optar gratuitamente por una convención o por otra. Con la de comunidad nacional, por cierto, la esencia catalana pasará de ser sustantiva a adjetiva; Maragall no parece haber advertido la relativización que su neologismo conlleva. Los conservadores, mientras, se rasgan las vestiduras por que un presidente del Gobierno diga que la idea de nación es discutible, y denuncian la esquizofrenia de la expresión nación de naciones, como si la nación con nacionalidades de la Carta Magna fuera un modelo de la conceptualización clara y distinta que pedía Descartes. El congreso regional popular se aferró también al mástil de la nación única ante la tormenta que se avecina. Pero el PP de Juan Vicente Herrera es uno de los más sobrios, sensatos y centrados de España, y no debería dejarse influir por su primo el de la Corte, ese Acebes que dice que Cataluña no es una nación porque lo pone en la Constitución y que Valencia tiene una lengua autónoma porque así lo estipula su Estatuto de Autonomía. Sería mejor que siguiera el cinismo de Rajoy cuando se pregunta si la reforma es realmente necesaria, y que llevara al debate una humilde duda: ¿qué es una nación, y por qué Castilla y León no pasa de región? No vale la diferencia cuantitativa de más o menos conciencia de grupo. ¿Cuál es el matiz cualitativo que justifica un nombre distinto? La lengua no, ya que hay decenas de Estados sin lengua propia y otros tantos idiomas sin Estado. La magnificación del elemento lingüístico, además, es una herencia del Romanticismo, y en la fase romántica del catalanismo éste se definía como regionalista. ¿La Historia? Quien introduce el término nación es Prat de la Riba en 1906, así que la nacionalidad histórica catalana apenas abarca un siglo. ¿La cultura, entonces? Es innegable que el patrón que nos define a todos es el urbano occidental, aunque nadie vaya por la calle agitando banderitas de Occidente. Sólo si, al cabo de sesudos debates, se concluye que una nación es una región del mundo que tiene partidos nacionalistas, no tendría empacho en reconocer que Cataluña lo es. O España.
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Referencias y contextualización De cara al debate para la reforma de la Constitución, el presidente de la Generalitat de Catalunya, el socialista Pasqual Maragall, sugirió que el artículo 2 diera entrada al término comunidades nacionales para aludir a las supuestas nacionalidades históricas (Cataluña, País Vasco y Galicia) que conviven con el resto de regiones en el Estado español. José Luis Rodríguez Zapatero dio la bienvenida a todas las aportaciones que se hicieran sobre la cuestión nacional, que para él era, como todo, "discutible". Desde el PP y sus medios afines arreciaron las críticas por el hecho de que un presidente del Gobierno, que había tenido que jurar la Constitución de 1978 y tenía que ser su mayor defensor, considerara discutible uno de sus preceptos fundamentales, que España es una sola nación, aunque compuesta de diferentes nacionalidades y regiones. En la fecha de publicación de este artículo, el neologismo comunidades nacionales parecía contar con la aprobación del Gobierno, pero la modificación del citado artículo requeriría, de acuerdo con la propia Constitución, la aprobación de dos terceras partes de los diputados y senadores, seguida de la disolución de las Cortes, la convocatoria de nuevas elecciones y la ratificación en referéndum popular de su nuevo enunciado. El Partido Popular de Castilla y León, liderado por Juan Vicente Herrera, celebró en Salamanca su X Congreso Regional los días 20 y 21 de noviembre. Una de las ponencias presentadas en el congreso, bajo el título "Castilla y León: iniciativas para una comunidad moderna y plural", detallaba la posición oficial del partido ante el debate sobre el modelo de Estado. En ella, el PP castellanoleonés defendía abiertamente la unidad de España, la Constitución y el modelo autonómico vigente, pero, aun sin considerar prioritaria la reforma que se pensaba acometer, se mostraba dispuesto a participar en el debate. Mariano Rajoy había declarado también en diciembre que no veía la necesidad ni la urgencia de la reforma. Por su parte, Ángel Acebes, en el Congreso Regional, había pronunciado un durísimo discurso contra el Gobierno de Zapatero, de quien dijo que se arrodillaba ante el líder de ERC, Josep Lluis Carod-Rovira; la semana anterior, Carod-Rovira había emplazado públicamente al Gobierno a reconocer que el catalán y el valenciano son una misma lengua (algo reconocido por todos los filólogos, por más que el Estatuto de Autonomía valenciano mencionara expresamente al valenciano como lengua cooficial de la región), rectificando así su iniciativa de presentar el tratado constitucional europeo en cinco versiones: castellano, euskera, gallego, catalán y valenciano (éstas dos últimas textualmente idénticas). Carod-Rovira anunció que ERC no aportaría sus votos, imprescindibles para aprobar los Presupuestos Generales del Estado, si el Gobierno no efectuaba esa declaración; como sí que la hizo, sus oponentes políticos e ideológicos resaltaron lo que consideraran una muestra palmaria de la debilidad del Gobierno y su dependencia de los nacionalistas catalanes. En 1906, el teórico y líder catalanista Enric Prat de la Riba publicaba La nacionalitat catalana, libro que se plantea explícitamente como inaugurador del nacionalismo catalán. En él, Prat de la Riba se distancia del catalanismo del siglo XIX, encarnado en el movimiento cultural de la Renaixença, basado en la recuperación del acervo cultural y filológico catalán de los siglos pasados y que se autodefinía como regionalista. Prat de la Riba considera que ha llegado el momento de dejar de mirar al pasado y dotar a Cataluña de las instituciones y los campos de desarrollo (también culturales) que caracterizan a las naciones modernas. El filósofo racionalista francés René Descartes exigía que las ideas sobre los que se construye el conocimiento fueran claras (que se hicieran inmediatamente presentes al entendimiento) y distintas (que fueran individuales y no se mezclaran con otras ideas). Sobre la reforma de la Constitución, que ya se planteó en noviembre de 2003 tras la presentación del Plan Ibarretxe en el Parlamento vasco y el éxito electoral del partido independentista ERC en las elecciones autonómicas catalanas, ver "Constitucionalmente hablando" y "En torno al decisionismo". |
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