15 diciembre 2004 |
Conclusiones |
Zapatero trufó su discurso en la Comisión del 11-M de referencias a las conclusiones de los grupos parlamentarios. Esto se acaba. El duelo diferido entre los dos últimos presidentes y la coronación simbólica por algún representante de las víctimas parece, además, el cierre propio para un evento cuyo objetivo era dirimir responsabilidades políticas. El que la trama asturiana haya salpicado a los Cuerpos de Seguridad podía justificar que se ocupara también de los hechos delictivos, si el mismo Gobierno que renuncia al tratamiento de excelentísimo no hubiera impedido ciertas comparecencias por “indecentes”. Aunque, por otro lado, Sus Señorías han demostrado día tras día que no son precisamente Sherlock Holmes y que donde mejor está la investigación es en el juzgado. Las huellas de ETA son muy endebles, de las marroquíes jamás se sabrá nada y es absurdo que algunos se pregunten para quién trabajaban Toro y Trashorras cuando en 2001 querían gente dispuesta a montar bombas con móviles. Si ya tuvieran un jefe no les haría falta buscar clientes. La barrera psicológica del fin de año deja visto para sentencia el acontecimiento político de 2004. En mis conclusiones, aborrezco por completo de las acusaciones de imprevisión, siempre a posteriori, que se le han hecho al Gobierno de Aznar por no sacar consecuencias prácticas de unos avisos etéreos del CNI sobre el aumento del riesgo de atentados islámicos que, para nuestro desasosiego, se parecían mucho a opiniones de cafetería. También prescindo de las que le achacan los fallos en Asturias, porque se supone que de cada provincia ya se hacen cargo la comandancias correspondientes. Me resulta indiferente que Aznar pecara de prepotencia ante una comisión abiertamente hostil o de unilateralidad por no haber convocado el 11-M al Pacto Antiterrorista, ése que tanto celebran los dos grandes partidos como si fuera su unidad y no la pericia policial la que detiene a los etarras. Es obvio que el atentado quiso influir en el resultado electoral, independientemente de que ahora nuevos integristas se apunten a la inercia de la yihad contra Occidente. Y, en fin, dudo mucho de que haya una sabiduría oculta que guíe a los españoles cuando entran en los colegios electorales, como opina en su bendita inocencia Zapatero; si es esa sabiduría la que, una vez superada la lógica cólera inicial, les hace seguir culpando a posteriori a Aznar por una consecuencia tan imprevisible de su apoyo simbólico a la Guerra de Irak (muy criticable en sí mismo, desde luego), me parece una clarividencia desvergonzadamente ventajista. Sin embargo, por mucho que el PP intente radiodifundirlo en la prensa, no es verdad que Acebes, Aznar o los testimonios policiales hayan probado su sinceridad entre el 11 y el 14-M. El lunes, Zaplana citó frases oportunamente escogidas de Rayón, De la Morena y Díaz-Pintado, que fueron nombrados por su partido y, en cualquier caso, en otros momentos de sus comparecencias señalaron que la mañana del 13 ya apuntaba todo a los islamistas. Prescindiendo de los agentes sospechosos de parcialidad y hasta del juez Garzón, el jefe de Policía de Madrid, Miguel Ángel Fernández-Rancaño, declaró que el 12 por la mañana ya se daba prioridad a la hipótesis islámica. En cuanto a la manipulación mediática, que es un tema que sí que debería haber entrado en la agenda de la Comisión, la SER pasó de decir que el atentado no debía influir en el voto cuando se pensaba que era ETA a vincularlo con la Guerra de Irak y criticar a Aznar, pero también la COPE dijo primero que Carod-Rovira estaría muy contento porque había sido en Madrid y no en Barcelona, y luego que todos los terrorismos son lo mismo y hay que combatirlos con igual firmeza. Sea como sea, lo cierto es que nos faltan pruebas incontestables para hablar de mentira y no de error, para traspasar sin riesgo la delgada línea roja que separa de la manipulación a la simple interpretación subjetiva y hasta autosugestionada de unos hechos en los que desde el principio se supo que políticamente había mucho en juego.
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Referencias y contextualización Las maratonianas comparecencias del ex presidente del Gobierno José María Aznar el 29 de noviembre y de su sucesor José Luis Rodríguez Zapatero el 13 de diciembre, seguidas de la intervención de los portavoces de las asociaciones de víctimas de los atentados, prevista para el día de la publicación de este artículo, iban a cerrar la Comisión de Investigación parlamentaria sobre los atentados del 11-M. Aznar, muy altanero y ofensivo hacia los portavoces de los grupos representados en la Comisión, que le eran abiertamente hostiles, insistió en que su Gabinete no ocultó información en los días previos a las elecciones del día 14 ni trató de hacer creer a la población la autoría de ETA cuando ya se sabía que los terroristas habían sido radicales islámicos, así como en que los atentados se habían organizado con el fin último de volcar las elecciones que, según las perspectivas, iba a ganar su partido. Zapatero afirmó que nunca había habido más línea de investigación que la islamista, porque ninguna pista había apuntado en ningún momento a los etarras, y que los españoles siempre habían demostrado una gran sabiduría intuitiva a la hora de votar. En su comparecencia, el portavoz del PP, Eduardo Zaplana, preguntó si Emilio Suárez Trashorras y Antonio Toro Castro, los dos ex mineros asturianos acusados de proporcionar la dinamita, eran también islamistas. La información aportada por el confidente Lavandero de que Suárez y Toro ya buscaban a alguien que supiera montar bombas accionadas a través de teléfonos móviles en 2001 hizo que algunos opinadores conservadores volvieran a sospechar que lo habían hecho sirviendo a un presunto cerebro en la sombra del 11-M. Además, Zaplana citó algunas frases de los testimonios policiales para refutar la denuncia de Zapatero de que nunca llegó a haber línea de investigación que apuntara a ETA. El juez Baltasar Garzón también declaró, refiriendo las conversaciones que mantuvo con algunos agentes el mismo día 11, que ya pensaban en la autoría islámica. Garzón formó parte de las lista electoral del PSOE por Madrid en 1989. El CNI advirtió en los meses precedentes a los atentados de que la participación de España en la Guerra de Irak aumentaba el riesgo de que sufriera atentados de grupos integristas islámicos. En la Comisión del 11-M, se criticó mucho al Gobierno del PP por su supuesta imprevisión, por la falta de control sobre los explosivos de Asturias y por haber convocado la manifestación de repulsa del viernes 12 de forma unilateral y sin reunir al Pacto Antiterrorista como Zapatero aseguraba que le había pedido. El Gobierno del PSOE acababa de aprobar un Código del buen gobierno que, entre otras cosas, eliminaba el título de "Excelentísimo" referido a los ministros y el presidente del Gobierno. Pero, en la Comisión del 11-M, el grupo socialista y sus aliados se había negado repetidamente a que comparecieran algunos implicados como Rafá Zouhier y otros confidentes policiales, que según el PP podían haber arrojado mucha luz sobre los acontecimientos. El PSOE y los partidos que le apoyaban habían aducido que era "indecente" que presuntos criminales declararan en el Congreso de los Diputados. El líder de ERC, Josep Lluís Carod Rovira, se reunió a principios de 2004 en Perpignan con representantes de la banda terrorista ETA. ETA declaró unos días después una tregua limitada a Cataluña, lo que echó a gran parte de la prensa en contra de Carod-Rovira, acusándole de pedir una tregua a ETA sólo para su comunidad autónoma. Carod-Rovira siempre negó que hubiera reclamado esa tregua, y la propia ETA afirmó en un comunicado posterior que la idea había sido exclusivamente cosa suya. Sin embargo, nunca había podido librarse del todo de la sospecha, al menos entre la base social y mediática del PP. Sobre los atentados del 11-M, ver "Cuatro días de marzo". Sobre la Comisión de Investigación Parlamentaria, ver "La Co-omisión sobre el 11-M". Sobre la hipótesis de la colaboración entre ETA y los terroristas islámicos, ver "Todos pasan por Top@s".
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