4 febrero 2004 |
'La pelota vasca' y el frontón
español |
En noviembre salí de La pelota vasca con una sola pregunta dibujada en los labios: “¿a quién puede molestarle esto?”. Es natural que quienes sufren de una forma atroz reclamen el derecho a que la suya sea la única tragedia; pero, por duro que resulte decirlo, el martirio no les otorga necesariamente la razón. No viene a cuento atacar a la Academia del Cine con argumentos éticos o políticos por una nominación que obedece a criterios artísticos. Y tampoco es cierto que Julio Medem equipare el sufrimiento de unos y otros; en un escrito firmado el 10 de septiembre (seis días antes de que estallara la primera polémica en el Festival de San Sebastián), Medem definía la situación de los amenazados como “el peor y el más acuciante de los problemas”. La pelota vasca recoge imágenes y testimonios suficientemente impactantes para que nadie dude de su posición al respecto. No hay equidistancia, sino una amarga protesta por que todo lo que sea disentir del Gobierno, dudar de la nobleza de algunos policías y hacer un esfuerzo por comprender al otro se considere equidistancia. No trata a los abertzales como víctimas, pero sí como personas. Y pone el acento en el sufrimiento humano que provoca en todos este histérico tirasoga, esta ciega colisión de cornamentas patrióticas con que Medem metaforiza el conflicto. Algo muy parecido a lo que, por cierto, hace Eduardo Madina, mutilado por ETA pero autor de las intervenciones más ecuánimes e inteligentes de la película y sin duda el mejor candidato que podría presentar el PSE a la lehendakaritza. Se acusa a Julio Medem de hacer bandera del Euskadi rural, pero los planos evocadores del paisaje no son más que otra prueba del espíritu esteticista patente en el resto de sus películas; además, las declaraciones que ha colocado en último lugar, las que quedan resonando en la conciencia del espectador, son precisamente las de Bernardo Atxaga reclamando la idea de "la ciudad vasca", acogedora y cosmopolita, en lugar de la de "el pueblo vasco". También se le echa en cara que haga propaganda del Plan Ibarretxe, y seguramente el director se halle hoy próximo al PNV, pero en 1996 se sintió aliviado al dejar la atmósfera de su región natal y mudarse a Madrid. Algo cambió después. Desde 2001, el agobio es el que ejerce un Gobierno español empeñado en rechazar como un frontón todas las pelotas que le envía el nacionalismo. Pues bien, si, entre la opción terrorista y la de negarse a discutir para así tomar partido de forma “inequívoca”, Ibarretxe ha sabido encarnar para muchos vascos el espacio de aire libre que añora este documental, su mérito tendrá. La Academia se quedó corta el sábado limitándose a reivindicar la libertad de expresión. También las víctimas ejercieron su derecho manifestándose. Pero es que la película de Medem es, sobre todo, una mirada limpia y humanista que, recibida sin prejuicios, habría sido muy útil para la higiene mental de este país.
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Referencias y contextualización El sábado 31 de enero, dos horas antes de la ceremonia de entrega de los premios Goya, la Asociación de Víctimas del Terrorismo se manifestó ante las puertas del Palacio de Congresos de Madrid para protestar por la nominación al mejor documental de La pelota vasca. La piel contra la piedra, del director vasco Julio Medem. Consideraban que la película ponía en el mismo plano a víctimas y verdugos, cosa que Medem negó siempre, desde su presentación en el Festival de Cine de San Sebastián el pasado mes de septiembre, y por hacer apología del Plan Ibarretxe. Sobre el primer anuncio de éste, en septiembre de 2002, ver "Después de la ilegalización". Sobre su presentación en el Parlamento vasco un año más tarde, ver el díptico compuesto por "Si yo fuera vasco" y "Como yo no soy vasco". |
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