28 enero 2004 |
Aznar o la integridad de los
integristas |
Una de las cualidades que más ensalzan del pronto presidente cesante sus amigos y partidarios es la integridad. Dicen que es austero, honesto, trabajador. Hombre de principios y amigo leal, como lo demuestran sus tradicionales visitas a Ávila o a Quintanilla de Onésimo a pesar de haber alcanzado la cumbre madrileña. No me cabe duda de que José María Aznar es y siempre ha sido lo que convencionalmente se considera un hombre honrado. Sin embargo, tendemos a sobrevalorar los méritos que encierran esos adjetivos. Todos nos construimos un personaje con arreglo a nuestras capacidades y limitaciones, y quien decide hacer de la integridad a rajatabla su imagen y su bandera no es en absoluto más desprendido ni menos narcisista que quien prefiere arrogarse la aureola del rico o triunfador a toda costa. Simplemente, ha visto que ese papel es el que más le conviene hacia adentro y hacia afuera. En un político, la integridad conlleva actos y actitudes beneficiosos para su país, como la disciplina, la implicación y la renuncia voluntaria a presentarse a la segunda reelección. Igualmente, podemos estar seguros de que Aznar jamás sacaría una tajada económica inapropiada de su cargo (bien es verdad que tampoco lo hizo Felipe González). Pero, a la vez, ese valor puede ser muy peligroso, y de hecho lo ha sido. La integridad es el carácter definitorio de los integristas; es decir, de quienes creen firmemente que todo está supeditado a una doctrina. En Aznar se han unido el dogmatismo jurídico y el cristiano para configurar un pensamiento que sólo entiende de bien y mal, de ángeles y bellacos. De categorías metafísicas que nunca se ha cuestionado ni le han permitido comprender aquello que no comparte. Además, y como suele ocurrir en las personas íntegras cuyos desvelos son coronados por el éxito, Aznar ha llegado a estar convencido de que su visión de las cosas tenía que ser voluntariamente asumida por todo el mundo; ahí está el origen de su tozudez en Irak y de su insignificancia en Cataluña y el País Vasco. Su dedicación y la de sus colaboradores ha contribuido a la virtual victoria sobre ETA y al más discutible éxito económico lastrado por los contratos precarios y la vivienda inaccesible. A cambio, Aznar deja sangrando asuntos decisivos, sociales y culturales, que no afectaban a principios fundamentales de su ideario integrista o lo contradecían. La resolución de éstos tendrá que venir, necesariamente, de otro lado.
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Referencias y contextualización Estas breves pinceladas de recapitulación de la psicología de José María Aznar complementan a las del artículo anterior, "Aznar o el carisma de los elegidos". Sobre las lagunas sociales de los mandatos de Aznar, en general, ver "A dos meses vista" o "La derecha a la que podría votar yo". Sobre el matrimonio homosexual, ver por ejemplo "Una Historia alternativa (Contribución al Día del Orgullo Gay)"o "No es sensibilización". Sobre la investigación con células madre, por ejemplo "Detrás de la Ley de Reproducción Asistida " o "A los que nos llaman nazis". Sobre la asignatura de Religión, por ejemplo, "Demasiadas contemplaciones".
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