7 noviembre 2001 |
¿L(iberalización) O U(ltraje)? |
No es uno de mis temas favoritos, pero el imperativo de la actualidad y cierta sensación de gratitud por este día de asueto me obligan a hablar de la L.O.U., que movilizará hoy a los profesores y estudiantes vallisoletanos con una unanimidad que no se recordaba desde los tres puntos que nos arrebató el Betis en los despachos. A mí, desde 2º de carrera las manifestaciones me parecen una especie de rosario de la aurora en plan rojo, y ya no me estimula eso de corear consignas simplistas impuestas por un altavoz. A cambio, ésta es mi impresión matizada sobre la L.O.U., luces o umbrías, liberación o ultraje según las partes en liza. Estoy en deuda con el oportuno informe que Alternativa Universitaria ha puesto a disposición de los alumnos y que, aunque no comparto del todo, me ha revelado algunas implicaciones concretas de la irreprochable declaración de intenciones en abstracto de la ministra que jamás se me habrían ocurrido. Librar a la Universidad española de la endogamia que la anquilosa es uno de los eslóganes de Pilar del Castillo. Constituye sin duda el aspecto más positivo de la reforma, y sí es previsible que la existencia de un tribunal de habilitación nacional del profesorado en el que los integrantes del centro receptor sean minoría sirva de disuasor de trepas de departamento y enchufistas. Tampoco parece inconveniente aprovechar las posibilidades de la iniciativa privada en el campo educativo, siempre que la universidad pública siga siendo una opción atractiva para cualquier alumno y cualquier inversor. Pero nada de lo anterior obliga a instituir una Agencia Nacional de Evaluación de las universidades, que orientará la financiación estatal y privada y el destino de los profesionales más cualificados y que, junto a la oportunidad de que cada centro diseñe sus pruebas de admisión dará lugar a la creación de universidades de primera y de segunda, con el consiguiente perjuicio de muchos estudiantes que no puedan aspirar económicamente a un traslado. Tampoco justifica la cada vez más impune intromisión de la política en todas las esferas institucionales del país. La designación del Rector por sufragio universal suena muy bien, pero conllevará la mediatización de las campañas y su falta de control por el Claustro. Finalmente, la cacareada movilidad no significará nada mientras no haya becas de verdad para todo el que las necesite.
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Referencias y contextualización El proyecto de la Ley Orgánica de Universidades (LOU) anticipado por el Gobierno del Partido Popular y su ministra de educación Pilar del Castillo desencadenó en otoño de 2001 un sonoro rechazo en muchos sectores de la opinión pública y de la comunidad educativa en toda España, y también en Valladolid. Uno de los grupos que más se implicaron en Valladolid en las movilizaciones contra la LOU fue el sindicato estudiantil mayoritario, Alternativa Universitaria. El PP, desde un credo liberal, defendía su reforma alegando la necesidad de combatir la endogamia en la Universidad española (la mayor parte de las nuevas plazas de profesores titulares se concedían a aspirantes del propio centro, por lo que se crearía un único Tribunal de Habilitación Nacional, en el que dos de los miembros en cada oposición concreta pertenecerían a la universidad correspondiente y tres a otra del Estado), su voluntad de mejorar la eficiencia y desestimular el anquilosamiento y la apatía (se fundaría una Agenda Nacional de Evaluación que calificaría la labor docente e investigadora y sus dictámenes serían decisivos a la hora de repartir las subvenciones), su apoyo a la movilidad estudiantil entre regiones y la democratización que supondría la elección del Rector por sufragio universal ponderado en la comunidad universitaria en vez de por el Claustro. Los contrarios a la LOU, en general de orientación izquierdista, proclamaban que la educación debe ser un servicio público en el que no se entrometan la empresa privada con su afán de lucro (las empresas obviamente invertirían más en las facultades de ciencia y tecnología que en las de Humanidades) ni la política (la LOU preveía también la participación de los partidos y otros agentes sociales en el Consejo universitario), que el permiso dado a cada centro para diseñar sus propios exámenes de acceso crearía universidades de primera y de segunda y que la elección por sufragio del Rector impediría su control por el Claustro. El tema de la LOU y su evolución, que estuvo candente durante varias semanas, vuelve a ser tratado total o parcialmente en otros tres artículos, "Pegarnos (la brasa) noche y día", "Nacho Feliz y la LOU" e "Historia magistra". La LOU terminaría aprobándose gracias a la mayoría absoluta del PP en el Congreso el 20 de diciembre. |
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