26 marzo 2008
Muertes dignas e indignas
 

El quid de la desafiante cuestión que planteó el Viernes Santo en Valladolid el arzobispo emérito de Pamplona, al preguntarse si la muerte de Jesús de Nazaret no fue digna por haber carecido de cuidados paliativos, es un problema puramente nominal, derivado de una polisemia. Digna, según el Diccionario de la Real Academia, es tanto una acción realizada con dignidad (una que merece el respeto de los demás y no degrada o humilla a su autor, precisa el María Moliner) como una cosa aceptable, en el sentido en que decimos “salario digno” o "vivienda digna".

Cuando monseñor Sebastián sostuvo la dignidad de la muerte de Jesús afirmando que éste la miró cara a cara y la aceptó con confianza, estaba empleando obviamente la primera acepción. Por el contrario, quienes defendemos la eutanasia hasta extremos mucho más activos de lo que se atreve a hacer el Gobierno no pensamos que una muerte dolorosa degrade al ser humano que la padece; simplemente, creemos que el sufrimiento inútil es una sangría inaceptable, o, en todo caso, que el que sea aceptable o no sólo depende de si la persona que lo soporta está dispuesta a aceptarlo.

Hay otro matiz, y es que la primera acepción del DRAE hace referencia a una “acción” y la segunda a una “cosa”. Para los cristianos, la muerte de su mártir fundador fue una acción, un comportamiento voluntario. Yo tengo muchas dudas al respecto, porque el recibimiento del Domingo de Ramos y la desesperación y desbandada de los discípulos al consumarse el trágico desenlace no invitan a pensar que Jesús presintiera ni anunciara su muerte, por más que 40 años después, una vez asimilada por los cristianos la interpretación paulina de sacrificio para la redención, los evangelistas relataran los hechos encaminándolos en esa dirección y seleccionando, de entre las múltiples profecías que hablaban de un Dios tronante y vengador, aquéllas que parecían presagiar lo que sucedió. Pero el caso es que, según la versión canónica, la muerte dolorosa de Jesús fue digna precisamente porque se atrevió a pasar por ella con el objeto de cumplir su misión.

Para un enfermo terminal postrado en una cama, el dolor no es un ejercicio de libertad ni un modo de realizarse, sino una tortura larga y cruel que le impone la biología y un espejo en el que ver cómo se va marchitando día a día su propia impotencia. Ante semejante calvario, cuesta creer que alguien piense que nuestro deber de prójimos es apuntalar los clavos en vez de hacer cuanto podamos por apartar de él ese cáliz.

 

 

Referencias y contextualización

El 21 de marzo, en el tradicional Sermón de las Siete Palabras que se lee el Viernes Santo en Valladolid, el arzobipo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián Aguilar, criticó la eutanasia y los cuidados paliativos, de nuevo en el debate público por el suicidio de una enferma terminal en Francia, alegando que la muerte de Jesús de Nazaret fue "digna" a pesar de no haber sido mitigada con cuidados paliativos. Una crónica del sermón puede encontrarse aquí. Otro artículo en favor de la eutanasia es "A despecho del señor feudal", publicado en la edición nacional de El Mundo, y uno más en respuesta a dos artículos que criticaban la toma de postura de Ramón Sampedro "Reflujo mar adentro", publicado en Solidaridad Digital. Sobre la muerte de Jesús, se puede leer también "Jesús de Nazaret murió porque no fundó una religión".

 

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