14 febrero 2007 |
Recetas para inmigrantes |
Del magma átono de obviedades que alfombra cualquier congreso, el que se celebró en Salamanca sobre inmigración y diversidad cultural vio emerger unas cuantas consideraciones políticamente incorrectas y, por tanto, interesantes de comentar. Sobre todo, las diversas invectivas que se formularon contra el multiculturalismo y las propuestas concretas de dos de los ponentes que las esgrimieron: la ciudadanía “revocable” para los inmigrantes que no se integren, propugnada por Giovanni Sartori, y la concesión del voto sólo a los que sí lo hagan, que sostuvo Mikel Azurmendi. Respecto al multiculturalismo, pocos discuten que muchos dogmas y prácticas del islam no tienen cabida en nuestra sociedad, pero parece gratuita la preferencia que mostraron los ponentes por un “pluralismo” que permitiría la libertad de creencias sin imponer ninguna. ¿Cuál es la diferencia entre ambos? El multiculturalismo tampoco impone nada, sino que precisamente relativiza el eurocentrismo. Otra cosa es que ciertos principios musulmanes no se fundamenten en una base real, que además sean perjudiciales para el bienestar de las personas y por tanto haya que excluirlos de la tolerancia pluralista, multiculturalista o como quiera llamársela. Pero, ojo, no sólo a ellos por venir de fuera, sino también a otros presupuestos de la religión católica, la nacionalista o la progresista que están hondamente arraigados entre nosotros. Del mismo modo, las propuestas de privar de la ciudadanía a los inmigrantes no integrados, o del voto si no saben distinguir entre izquierda y derecha, pueden parecer razonables, pero, ¿por qué aplicarlas exclusivamente a los inmigrantes? Hay miles de ciudadanos autóctonos de los que se podría decir que no están “integrados”, por razones ideológicas, psicológicas o circunstanciales, y muchos más que, lo estén o no, no tienen ni idea de lo que eligen cuando se presentan ante la urna electoral. ¿Retiraremos el DNI a los primeros? ¿Quién establecerá los criterios y efectuará los diagnósticos? ¿Habría que supeditar el derecho al voto a que el elector demostrara, aprobando un cuestionario adjunto a la papeleta, que está capacitado para decidir con madurez su opción democrática? Quizás ésta última no sería mala idea, pero siempre que se hiciera extensiva a toda la población. Quienes la entienden como receta para inmigrantes no están tratando a estos individuos como tales, sino como parte consustancial de un presunto colectivo al que no consideran “normal”, “como nosotros”, y por eso le exigen un salvoconducto especial. Justificándolo, por cierto, en aras de una democracia cuya esencia representa todo lo contrario.
|
Referencias y contextualización Entre el miércoles 7 y el sábado 10 se celebró en Salamanca el I Congreso Internacional de Inmigración y Diversidad Cultural. El jueves habló el ex presidente del Foro de la Inmigración, Mikel Azurmendi, y al día siguiente el filósofo y sociólogo italiano Giovanni Sartori, Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales 2005. Ellos dos, junto al diputado sueco de origen chileno Mauricio Rojas, que también intervino el jueves, protagonizaron las principales diatribas contra el multiculturalismo que se escucharon en el congreso. Como propuestas concretas, Sartori propuso acuñar un nuevo concepto de "ciudadanía revocable" a los inmigrantes, de tal forma que quienes demostraran no integrarse en la sociedad occidental, básicamente los africanos e islamistas, que "son distantes" y están "acostumbrados a que la religión engloba toda la vida", podrían acabar perdiéndola. Sartori defendió el pluralismo en lugar del multiculturalismo, ya que a su juicio el primero respeta "las identidades culturales que encuentra" y "no se plantea ningún objetivo religioso, sino que sostiene la libertad de religión, lo que le permite asentarse mejor en los países donde tienen que convivir varias religiones", pero combate "las identidades inventadas o recreadas por el multiculturalismo ideológico". Por su parte, Mikel Azurmendi estableció la criba entre unos inmigrantes y otros en el derecho al voto, que sólo debería otorgarse a los integrados. "Los propios municipios", precisó, "son los que tienen que detectar quiénes están integrados, quiénes saben leer y escribir y quiénes saben distinguir un programa político de otro. Cuando sepan distinguir entre derecha e izquierda y quieran nuestro sistema de libertades e igualdad, que voten". Al fenómeno de la inmigración y la recepción de los extranjeros se dedica también el artículo "Inmigrantes". Sobre la cómoda ecuación entre inmigrantes y terroristas islámicos, y la renuncia a tratarlos como individuos, trata más detalladamente "Orientalismo, esencialismo, teocracia". Por su parte, "La Controversia de Valladolid" compara las exigencias específicas que se les hace con las que durante la conquista española se hacían a los indígenas latinoamericanos para concederles la categoría de seres humanos. Los argumentos empleados en estos artículos y otros aparecen también en el enjuiciamiento de la polémica sobre las caricaturas de Mahoma aparecidas en un semanario satírico danés en primavera de 2006 que se realiza en "Más allá del respeto y la libertad de expresión", publicado en Periodista Digital.
|
|