15 enero 2012 |
Una nueva era astral |
Ya sabíamos que el año 2012 no iba a aceptar ser menos que sus predecesores ni que Mariano Rajoy, y que se iba a acoger gustosamente a la prerrogativa de estrenar el cargo sin tener que enfrentarse a los periódicos. Pero, además, a la conjunción gremial que para las rotativas el 1 de enero se sumó otra de carácter cósmico que hizo que el día cayera en domingo. Y, de las dos que tenía para suprimir, el 2012, voluntarioso y bienintencionado como todo recién llegado, quiso ahorrar a los lectores la columna que me tocaba a mí. Así que tengo la impresión de estrenar, no sólo mes, año y director nuevos, sino casi una era astral distinta, separada de la anterior por una suerte de cataclismo regenerador del cosmos. Fíjense que la última vez que escribí Rajoy aún no había jurado como presidente y el vallisoletano más poderoso no era Soraya Sáenz de Santamaría sino José Luis Rodríguez Zapatero. Que, en aquel tiempo ya remoto por la magnitud de los cambios, teníamos un Gobierno que improvisaba medidas de ajuste al dictado de Alemania contraviniendo su programa inicial, y que la calificación de la deuda caía en picado porque su nula credibilidad no inspiraba confianza a Standard&Poor’s. La gente anhelaba la investidura del nuevo Ejecutivo para que una buena gestión de la economía liquidara el déficit por sí sola sin necesidad de subir los impuestos. Tempus fugit. Los gobiernos son contingentes, sólo los mercados son necesarios. La alternancia política se limita a poner música de las esferas el implacable tictac del universo mecánico, pero los periodistas odiamos lo inmutable y preferimos orbitar en torno a brillos fugaces como si Rajoy da la cara o no. Nuestra máxima es no convertirnos en noticia, pero luego pretendemos imponer a un político las exigencias del ritmo mediático en lugar de adaptarnos al suyo, más pausado y sin duda más apto para gobernar. En cualquier caso, para mí, bien delegado estará todo lo que se delegue en Soraya, el verbo más inteligente del PP y una chica tan natural y sensata como aparenta. En los premios de los periodistas parlamentarios 2010, le confesé que el de diputada revelación que le fue concedido se le quedaba muy corto, y también mi clamoroso error por no haber dado un duro por ella cuando Rajoy la puso de portavoz en lugar de Zaplana. Me dijo: “Yo lo que hago es trabajar mucho”. Enfrente, Carme Chacón tiene potencial, pero a mí me pasa como a Felipe González: miro a la izquierda y a la derecha y no veo a nadie tan válido como Rubalcaba. Si, al igual que Soraya, hilvana a toda pastilla ideas razonadas sin enrocarse en divagaciones, es más que un buen orador; es un tío listo. Y yo confío en los tíos listos. Por encima de sexos, orígenes, pasados y tiempos nuevos. Éstos, a fin de cuentas, llegan como consecuencia de los cataclismos cósmicos, no de la edad de los planetas. Que se lo digan a Rajoy, que envejeció una eternidad en cuatro días de 2004, sin tener más responsabilidad de aquello que de haber rejuvenecido milagrosamente siete años después.
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Referencias y contextualización El domingo 1 de enero, como es costumbre, no salieron los periódicos. La anterior columna de Kiko Rosique se publicó dos días antes de la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno y del nombramiento de la vallisoletana Soraya Sáenz de Santamaría como todopoderosa vicepresidenta. A la semana de tomar posesión, el nuevo Gobierno anunció un severo recorte del gasto y una subida del IRPF a todos los tramos para contener el déficit; aunque el PP aseguró siempre que no subiría los impuestos, lo justificó al situar el déficit para 2011 en el 8%, frente al 6% que calculaba el Ejecutivo saliente. A éste, el PP en la oposición y en la campaña electoral le había acusado de improvisar, de incumplir su programa, de estar casi intervenido por Alemania y de no generar credibilidad ni confianza. Pese a las medidas de ajuste, en la primera quincena de enero la agencia de calificación Standard & Poor's rebajó aún más la de la deuda pública española. A Rajoy se le reprochó unánimemente en la prensa española que no compareciera públicamente para dar cuenta de estas novedades sobre su programa electoral y que dejara como portavoz omnímoda a Sáenz de Santamaría. "Tempus fugit" es una máxima latina que hace referencia a la fugacidad del tiempo. "Los gobiernos son contingentes, sólo los mercados son necesarios" es una paráfrasis de una célebre frase de la película Amanece, que no es poco. El PSOE, tras la sonora derrota electoral del 20 de noviembre (el artículo inmediatamente anterior a las elecciones fue "Premisas para un voto"), tenía que elegir a un nuevo secretario general en su Congreso Federal de febrero; los dos grandes candidatos eran el derrotado en los comicios, Alfredo Pérez Rubalcaba, y la exministra de Defensa, Carme Chacón. Ella había preguntado públicamente por qué una mujer catalana no iba a poder dirigir el PSOE y, pese a agradecer a Rubalcaba los servicios prestados al partido, aseguraba que éste necesitaba "un tiempo nuevo". El nuevo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, perdió las elecciones de 2004, cuando tenía todas las encuestas a favor, por los dramáticos cuatro días anteriores a la votación, desde los atentados del 11 de marzo hasta el domingo electoral (sobre este tema, "Cuatro días de marzo").
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