6 noviembre 2011 |
Después del 15-O, una JMJ |
Una vez conseguido el objetivo inicialmente impensable de la internacionalización de las protestas, al movimiento del 15-M le sobra seguir ocupando plazas en las campañas electorales. La reiteración de estrategias siempre resulta redundante y, por lo que respecta a ésta en concreto, cualquier multitud parecerá una simple panda de amigos cuando el 20-N se la confronte con el número de votantes del PP. Aclaro que de ningún modo acepto la comparación tramposa de representatividades que aducen los partidos políticos cuando esgrimen sus millones de apoyos en las urnas, un argumento falaz desde el momento en que en las elecciones sólo se les puede votar a ellos. Pero, obviamente, las papeletas sí reflejan que los paladines del "no nos representan" tampoco tienen derecho a arrogarse el monopolio de la soberanía popular. Han de limitarse a denunciar que esta democracia, que nadie duda de que sea mejor que cualquier dictadura, ha llegado a servir a intereses distintos al bienestar de los ciudadanos. Ahí no es cuestión de número: es que tienen razón. Tácticamente, los indignados tampoco deben jugar la baza de su número real, sino el del aparente, el que magnifica la televisión. Y, por supuesto, hacerlo a su recién adquirida escala internacional, que es la única donde tiene alguna relevancia actuar. El 15 de octubre fue un primer e histórico paso, pero adoleció de dispersión y atomización. Lo que realmente tendría impacto mediático y político es que inundaran durante tres días una sola ciudad y allí celebraran un congreso fundacional y se rebautizaran con un nombre aglutinador como World o United Citizens. Sólo así se convertirán en un actor mundial. Estaría bien que en dicho congreso se aprobaran propuestas concretas y se nombraran portavoces dentro de la inabarcable diversidad del movimiento, pero lo fundamental es que hagan ruido. Ellos no van a cambiar el mundo, pero su éxito es, hoy por hoy, nuestra única esperanza de que los gobiernos lo hagan. Si algo se le debe reconocer al 15-M es haber atinado en su diagnóstico estructural; en apuntar al sistema, al modelo económico, y no a un Gobierno indefenso como hacen otros. Lástima que a veces desluzca esa perspicacia con triviales críticas a los políticos, sobre todo del PP, que están fuera de lugar y se desvían de lo realmente importante. Es curioso pero, después de lo que hicieron en verano algunos trastornados, que hace falta que tuvieran odio dentro y el punto de mira desenfocado para emprenderla contra los entrañables jóvenes del Papa, lo que necesitan en este momento los indignados es organizar su propia Jornada Mundial de Juventud. Han llegado muy lejos, y la Historia, que embellece los defectos y heterogeneidades de cualquier movimiento social o político, sin duda los incluirá en sus anales, siempre tan iconófilos. Ahora está por ver si, además de ser mencionados en los libros del futuro, también son capaces de intervenir en su redacción.
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Referencias y contextualización El viernes 4, los activistas del movimiento 15-M, a veces llamados "los indignados", volvieron a ocupar la Puerta del Sol de Madrid y espacios públicos representativos de otras ciudades de España con motivo del comienzo de la campaña electoral de los comicios del 20 de noviembre. Volverían a manifestarse el domingo 13, dentro de su protesta contra una democracia que, a su juicio, está al servicio de los poderes económicos y no de los ciudadanos. De esta concepción derivaba uno de sus lemas más repetidos, dirigido a los políticos: "No nos representan". Los partidos mayoritarios y bastantes opinadores replicaban a este eslogan recordando que los políticos son los representantes elegidos por los ciudadanos y reprochándoles su supuesto desdén por lo mucho que costó construir la democracia en España. El 15 de octubre había sido el último gran hito de la evolución de este movimiento, que desde su estreno en mayo había tenido réplica en muchos otros países del mundo, con mensajes parecidos en Occidente y más relacionados con la situación política en el mundo musulmán. De sus primeras movilizaciones en España hablan los artículos "Lo que está en juego" (éste centrado en la inminencia de las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo), "PSOE y 15-M: futura simbiosis" (tras los resultados de los comicios) y "Kant en la Puerta del Sol". En verano, se celebró en España la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), en la que miles de jóvenes católicos de todo el mundo acudieron a Madrid para realizar actos litúrgicos que presidió el Papa Benedicto XVI. Entonces, algunos activistas del 15-M arremetieron con virulencia contra ellos recriminándoles ciertas ideas o polémicas de la Iglesia y denunciando un supuesto trato de favor hacia ellos por parte de las autoridades tolerando que ocuparan espacios públicos de los que en alguna ocasión se había expulsado a los "indignados". Ante la previsible colusión de ambas concentraciones se escribió "Más papistas que el Papa".
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