12 mayo 2010 |
El juez de la Liga |
Este año, los caprichos del calendario y la bicefalia liguera me han otorgado una notoriedad inusitada para la que suele merecer a estas alturas de temporada un vallisoletano en Madrid. Los culés me miran con recelo reverencial por si me guardo un as en la manga, los merengues me tientan con maletines y yo me doy ínfulas de artista que debe decidir a qué aspirante le canta su amor. Me siento ancho y altivo como un auténtico juez de la Liga. Se lo debo en buena parte a Javier Clemente, en quien unos y otros creen atisbar una especie de Mourinho a la vizcaína que podría echarle el cerrojo a la caja fuerte de la Liga BBVA. Es curioso. Como los niños siempre suelen apostar a caballo ganador, a mí me tocó que el equipo de mi infancia fuera su célebre Athlétic de Bilbao, doble campeón en los primeros años 80. Tenía un póster, un llavero con el uniforme y una foto de Zubizarreta; inducía a mi clase a corear el nombre del equipo mientras hacíamos la fila. y, cuando un día la profe nos mandó escribir un poema, yo le compuse un panegírico cuyos versos más memorables rezaban: “Jugando tranquilamente / siempre se gana, dice Clemente”. Más tarde, refiné mi gusto futbolístico a imagen y semejanza del de mi padre, y pasé a lo largo de los años por varios equipos favoritos según la belleza técnica de su juego. Sobre todo, recuerdo que fui del Celta de Víctor Fernández, con el que debí de identificarme porque yo, con las chicas, también me pasaba el partido trenzando largas y laboriosas jugadas que nunca acababan en tiro a puerta. Ahora veo los encuentros desde una plácida aurea neutralitas, divertido por el sufrimiento de los forofos y atónito por el guerracivilismo de los sms que envían a las tertulias sensacionalistas de la prensa del balón, toda una sorpresa en un colectivo que se hace llamar “el respetable”. Desde esa cómoda atalaya, creo honestamente que sería injusto y antiestético que no ganara la Liga el Barcelona, porque juega mejor, cuida más la cantera y, por si fuera poco, su entrenador y jugadores son más majetes. Sé que diciendo esto me arriesgo a que no me vuelvan a dejar entrar en el Bernabeu, pero, tal y como están las cosas, me temo que donde me conviene ir haciendo amigos es en el estadio de Vallecas.
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Referencias y contextualización El Real Valladolid, entrenado por Javier Clemente, se enfrentaba el domingo 16 al F. C. Barcelona en la última jornada de la Liga española de fútbol, rebautizada Liga BBVA por el patrocinio del banco vizcaíno. El equipo azulgrana llegaba con un punto de ventaja sobre el Real Madrid, por lo que un empate del Valladolid en el Nou Camp podría regalar la Liga a los madridistas. A su vez, y como al final ocurrió (4-0), una derrota era muy posible que llevara al Valladolid a Segunda División, categoría en la cual militaba el Rayo Vallecano. El protagonista del musical Un americano en París tiene que elegir a cuál de dos mujeres le entrega su amor. Por la diferencia de nivel entre ambos equipos y el historial de Clemente, se especulaba con la posibilidad de que el Valladolid hiciera un planteamiento ultradefensivo, como el del Inter de Milán, que, dirigido por José Mourinho, había logrado eliminar al Barcelona en semifinales de la Liga de Campeones de Europa. La aurea mediocritas ('dorada mediocridad'') es un tópico latino habitual en la filosofía de Horacio, quien defiende el estado ideal de un punto medio donde uno no se vea sacudido ni por las alegrías ni por los sufrimientos extremos. En televisión habían proliferado las tertulias sobre fútbol a las que los telespectadores podían enviar mensajes de teléfono móvil cuyo texto iba apareciendo sobreimpresionado al pie de la pantalla. Otros artículos sobre fútbol son "Fútbol es fútbol", "22 preguntas para la próxima temporada", "El fútbol desde el futuro", "El fútbol, el último reducto de la época", "La ciudad y su equipo", y "El Real Valladolid y la lámpara maravillosa".
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