21 julio 2004
Lo que va del amor a la posesión
 

Una vez, a comienzos de 2001, me disfracé con el sayo hortera de Rappel, quise ver una bola de cristal donde sólo había una bombilla de flexo, jugué a extraer conclusiones cabalísticas de las letras de la palabra ingenuidad y vaticiné aquí mismo que a los malos tratos les quedaban diez años de vida: los necesarios para que la primera generación de varones que han compartido las aulas de igual a igual con las mujeres pasaran por la vicaría y se les hiciera inconcebible cualquier tipo de dominio sobre sus compañeras. Bueno, aún queda tiempo para el ultimátum, pero, tres años y medio después de la flamante profecía, la Asociación de Víctimas de Agresiones de Valladolid ha revelado que la mitad de las mujeres que han denunciado a su pareja en el primer semestre de 2004 rondan los 30 años.

La secretaria de la asociación admite su sorpresa y deduce que “también hay muchos jóvenes que piensan que la mujer es de su propiedad”. Vamos, que la triste confusión por la que el amor se convierte en posesión no es patrimonio de los matrimonios mayores, educados en un ambiente que nunca puso en duda que el jefe era él. La generación que chapotea gozosamente en la paridad, la variedad, la ligereza, el libre mercado y la revolución sexual tampoco sabe abstraerse de la más antigua inercia generada por el modo en que el azar histórico ha institucionalizado las relaciones en la cultura occidental.

En otros tiempos y otros lugares, las relaciones múltiples forman o han formado parte de lo cotidiano y a nadie se le ha ocurrido la posibilidad de padecer celos ni aplacarlos a base de golpes. Pero es lógico que, desde un esquema mental que percibe el amor como un compromiso de dos, intemporal e incondicional, su violación se interprete como un motivo suficiente para sentirse ultrajado y con derecho a revancha sádica.

Cuando les aseguro a mis amigos que me parecería irrelevante que Estela se liara un día con un tío que le apeteciera, que lo preferiría mil veces a que deseara por un instante haber estado libre y a encarnar yo en su cerebro, siquiera fugazmente, la imagen de la cortapisa y la represión, me suelen decir que entonces lo que siento no es amor. Ya ves. Aunque algo dentro de mí clame a voces que mi vida volvería al blanco y negro si el cambiazo no fuera efímero sino definitivo; si me dejara para siempre por otro chico más guapo, más listo, más rico o con más intuición para adivinar el futuro.      

 

Referencias y contextualización

La profecía que a la tercera parte del plazo estipulado arroja los primeros síntomas de que va a resultar fallida se encuentra en "El rol femenino". Sobre la Ley Integral contra la Violencia de Género aprobada por unanimidad en el Congreso de los Diputados en diciembre de 2004, ver "Mujer, biología y cultura".

En la búsqueda de un modelo diferente en las relaciones de pareja se inscriben también "Pareja entreabierta", "Postal de San Valentín", "Amor y temporalidad", "Un paso más"" y "La picazón contra la utopía

 

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