2 enero 2008
Al dictado de Dios
 

 

Al dictado de Dios, o bien escribimos todos, o no escribimos ninguno. Si su plan sobre las familias quedó impreso en la naturaleza humana a través de las diferencias biológicas entre hombre y mujer que permiten la reproducción, habrá que deducir que otros dos apartados del mismo diseñaron la homosexualidad y el divorcio, al implantar en muchas de sus criaturas deseo hacia los congéneres del mismo sexo o una capacidad amatoria finita o plural. Según el obispo de Tenerife, Dios también debió de contemplar la pederastia, porque mira que su sabia mano hizo a los niños picaruelos, lascivos y provocadores, aunque sobre este menester todavía coexisten en la Iglesia diversas corrientes hermenéuticas.

Si, por el contrario, la presencia del mal en el mundo sugiere que Dios, o no puede intervenir porque no es omnipotente, o no quiere porque no es misericordioso, o no lo hace porque nos otorgó el don de la libertad con la intención un tanto rastrera de pedirnos cuentas un día, tendremos que suponer que tampoco ha impartido directrices en la cuestión infinitamente más trivial de con quién nos apañamos en el ínterin y por cuánto tiempo. En último caso, si estas líneas sólo demuestran la incapacidad del humano escribiente para entender a un ser superior, desde luego es una limitación igual a la de quienes, autodesignándose sus portavoces exclusivos, nunca han podido resolver el dilema del origen del mal, y en muchos otros temas (geocentrismo, creacionismo, primacía de la lengua hebrea, quema de brujas e infieles) han demostrado que su comprensión es la de hombres de una época determinada y no la de receptores de un mensaje eternamente válido como sería el plan divino.

Aunque sus ideas no tengan nada que ver con el dictado o siquiera con la ignota voluntad de Dios, los católicos pueden, por supuesto, manifestarlas, hacer proselitismo o escenificar una demostración de fuerza en la calle con estrella vaticana invitada siempre que lo consideren oportuno. Lo que no pueden es decir que no pretenden imponer su testimonio, sino que éste sea “comprendido y aceptado”, cuando a ninguna familia tradicional se le ha negado su derecho a ser heterosexual, criar progenie y permanecer unida hasta la muerte. Ni tampoco mezclar decisiones personales que no perjudican a nadie (divorcio y matrimonio gay) con otras que sí afectan a un tercero: un niño del que, por cierto, claman que los padres no tienen derecho sobre su vida cuando no está claro si es una persona (el único punto que hay que discutir en el debate sobre el aborto) y en cambio sí sobre su mente cuando ya no hay duda de que lo es.

 

 

 

Referencias y contextualización

El domingo 30 de diciembre, día de la Sagrada Familia, más de cien mil ciudadanos se manifestaron en Madrid en defensa de la familia tradicional católica, e implícita o explícitamente en contra del matrimonio homosexual, el divorcio, el aborto y la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Una crónica de la concentración puede leerse aquí. La pastoral de la Conferencia Episcopal que invitaba a acudir al acto afirmaba que el plan de Dios sobre la familia quedó impreso en la naturaleza humana, y el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, aseguró en una entrevista al diario El Mundo publicada en vísperas de la concentración que, con ella, la Iglesia no pretendía imponer su testimonio sino que éste fuera "comprendido y aceptado". El día 27, el obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, desató la polémica con una entrevista en el diario canario La Opinión en la que comparaba la homosexualidad con la pederastia y justificaba las periódicas acusaciones de abuso sexual cometido por sacerdotes contra menores afirmando que "hay menores que desean el abuso e incluso te provocan".

Artículos sobre el matrimonio entre homosexuales y su derecho a la adopción son "Las palabras y las cosas", "Un millón de diestros", "Un padre y una madre" y "Lo que la voluntad ha unido, que no lo separen las convenciones", éste último más amplio y detallado y publicado en Periodista Digital. Sobre el aborto trata "Las doce semanas" y acerca de Educación para la ciudadanía "Los padres adoctrinan mucho más que el Estado". En defensa del laicismo se escribió "El fundamentalismo laico no existe".

 

 

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