10 febrero 2013 |
O el sistema o el periodismo |
Hay una cosa que se puede vaticinar con seguridad después de la reciente retahila de noticias sobre la presunta trama generalizada de corrupción en el Partido Popular: alguien ha de quedar irremediablemente deslegitimado. O bien el sistema o bien el periodismo. Si la supuesta contabilidad del PP apellidada con B de Bárcenas se demuestra cierta, el cuestionado será obviamente el primero. No porque un determinado número de políticos haya recibido sobresueldos, ni siquiera porque se tratara de una práctica habitual en uno de los dos grandes partidos de España. La corrupción es un hecho estrictamente personal: son tipos concretos quienes se dejan untar. Ni aunque estuviera involucrado el 90% de los dirigentes de un partido ello desautorizaría a la formación entera, que es anterior y será posterior a los individuos que han hecho trampas. La magnitud de la corrupción alcanzaría categoría de eso que llaman “sistémico” no por los perceptores de las gratificaciones, sino por los donantes. Si, como recogen las presuntas cuentas de Bárcenas, es verdad que las aportaciones millonarias las hicieron los mayores constructores del país a los dirigentes del partido que gobernaba en España y en muchas comunidades autónomas y ayuntamientos, estaríamos conociendo el contubernio entre poder político y económico más total y pavoroso que se recuerda. Especialmente flagrante ahora que se comprueba que de aquellos adobes estos lodos, y que los verdaderos proveedores del dinero que circulaba por la trama fueron los incautos compradores de viviendas sobrevaloradas, hoy desahuciados o arruinados tras perder su trabajo porque la economía española era un trampantojo al que sólo sostenía la construcción argamasada con sobornos. Ahora bien, si los papeles de Bárcenas no fueran reales, lo que quedaría herido de muerte es el periodismo. No un periódico determinado, sino el periodismo en general. Tanto sus procedimientos como su epistemología; sus urgencias de adelantarse a la competencia y a la noticia, su dependencia de fuentes necesariamente interesadas pero que además pueden desconocer o tergiversar los hechos y, en último término, su confianza en que la buena voluntad, el rigor y la capacidad de escepticismo de los periodistas, que no tienen que responder ante nadie, son siempre superiores a su deseo perfectamente humano y comprensible de marcarse una exclusiva. Nuestro oficio lleva toda la vida incurriendo en tales licencias y excesos, pero me temo que esta vez la piedra es demasiado grande para esconder la mano.
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Referencias y contextualización El periódico El País acababa de publicar el supuesto registro de una contabilidad en negro del Partido Popular, que habría elaborado el que entre 1999 y 2008 fuera su gerente y tesorero Luis Bárcenas, recogiendo pagos de sobresueldos en negro a muchos de sus antiguos dirigentes y mandos intermedios; entre ellos, el actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Otros artículos críticos contra las convenciones periodísticas son "Tiranía del mensajero", "Perfil de nosotros mismos", " No hay texto sin contexto", "La ciencia no es noticia", "Off-off the record" y el artículo anterior, "Antinomias del periodismo".
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