27 enero 2013
Antinomias del periodismo
 

 

A pesar de los buenos deseos de Isaías Lafuente cuando recibió el Premio Miguel Delibes, mucho me temo que la situación de los medios de comunicación y los periodistas no va a mejorar cuando la economía se recupere. En el aspecto laboral, el mantra del momento es que se ha de impulsar la productividad y la competitividad; para eso hay que rebajar indefectiblemente los costes de producción y, por lo tanto, además del lógico y necesario tránsito del papel al digital, habrá que seguir reduciendo redacciones y salarios. Cuando vuelva el crecimiento, veremos cómo ya no se invoca el término mágico de flexibilidad, que entonces habría que aplicar en sentido contrario.

Pero es que, además, la evolución del periodismo en los últimos años apoya esta tendencia general de las relaciones laborales. Si se priman la estricta información y la inmediatez que han consagrado internet y el dichoso Twitter, a costa de la reflexión y el análisis, para eso no hacen falta muchos medios de comunicación ni muchos periodistas. Cada cual puede aportar, sin duda, alguna noticia propia que no se le haya ocurrido al resto, pero, exceptuando los grandes reportajes de investigación, lo más probable es que sean anécdotas irrelevantes. La información importante, la que explica la realidad, aquélla que buscan los lectores cuando acuden al kiosko o a los periódicos digitales, es una sola. Si los periodistas nos limitamos a registrarla a toda prisa, sólo podremos justificar nuestra pluralidad con los matices que pongamos en el titular y el enfoque. Curiosamente, lo que nos aleja del supuesto ideal de informar con objetividad y veracidad que justifica nuestro oficio. Así que primera antinomia: o somos objetivos o somos plurales.

Por otra parte, los periodistas peroramos con lamento vanidoso que con cada medio de comunicación que cierra sale perdiendo la democracia. Pero, si todos contamos lo mismo, sólo se pierde un papagayo. Desengañémonos. Las élites políticas y económicas no se relamen de gusto cuando cierra un medio: les trae sin cuidado. Aunque nos creamos un contrapoder, los periodistas absorbemos, difundimos y perpetuamos el lenguaje, las categorías y los razonamientos de nuestras fuentes, que, en el periodismo político y económico, son precisamente las que ostentan el poder. Haciéndoles de voceros, transmitimos fielmente a la sociedad términos como reformas, rigor presupuestario, eficiencia y todo el resto de eufemismos que necesitan para perpetuar el statu quo. Por lo tanto, segunda antinomia: o nos basamos en las fuentes o somos un contrapoder.

Los periodistas y los historiadores compartimos un rasgo definitorio: la idolatría por las fuentes. Nuestro éxito, francamente pueril si lo pensamos con distancia, radica en que una persona o un documento nos revelen algo antes que a otros. Aunque sea una obviedad o una minucia que no aporta nada nuevo a la narración o la interpretación ya establecidas de los hechos. Para ser un contrapoder tendríamos que hacer todo lo contrario: cuestionar el discurso oficial, no repicándolo sino analizándolo, y en esa tarea sí que serían útiles muchas voces diferenciadas, tantas como personalidades intelectuales independientes de interés puedan encontrarse en un país. Mientras eso no ocurra y el periodismo siga despeñándose por la ladera de la banalidad descriptiva, el poder se mantendrá incólume y los medios de comunicación seguirán desapareciendo.

 

 

 

 

Referencias y contextualización

Una antinomia es una contradicción irresoluble. Una reseña de la intervención de Isaías Lafuente al recoger el XVII Premio Nacional de Periodismo 'Miguel Delibes' puede leerse aquí. Sobre la asimetría del concepto de flexibilidad trata la segunda parte de "Reciprocidad en el riesgo" y una visión pesimista del futuro de las relaciones laborales después de la crisis económica aparece en "Lo peor está por venir".

Otros artículos críticos contra las convenciones periodísticas son "Tiranía del mensajero", "Perfil de nosotros mismos", " No hay texto sin contexto", "La ciencia no es noticia", "Off-off the record" y el final del artículo siguiente, "O el sistema o el periodismo". Contra la influencia de Twitter se escribió "De la galaxia al microcosmos".


 

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