14 diciembre 2005
Y Unamuno, ¿qué opina de esto?
 

Los nietos y biznietos de Unamuno aseguran, nada menos, que el escritor vasco se revolvería en la tumba en caso de que le llegaran noticias de cómo se recicla su “Venceréis pero no convenceréis” para censurar el expolio de los expoliados por el Archivo de Salamanca. Fernández Mañueco, por el contrario, dice que, si estuviera vivo, se habría puesto del lado de su partido. Aclarando de antemano que la filiación sanguínea de unos y otros no otorga ningún plus de legitimidad en la exégesis del venerable autor, que por supuesto la hipotética posición de éste no decanta la polémica del Archivo ni el juicio sobre los nacionalismos y que se puede elogiar la habilidad que subyace al retruécano de la frase y defender al mismo tiempo la entrega de los papeles a Cataluña (tal sería mi caso, sin ir más lejos), aunque sólo fuera por curiosidad ya tendría interés preguntarse: ¿y Unamuno qué opina de esto?

En primer lugar, cabe puntualizar que un pensamiento tan contradictorio y visceral como el suyo ofrece argumentos a todas las partes; por ejemplo, en sólo cuestión de tres meses, Unamuno pasó de recibir con esperanza el pronunciamiento franquista (otro republicano desencantado de la estirpe del “No era esto, no era esto”) a sacarle los colores en el famoso discurso de Salamanca. Pero, antes de ese momento, se puede aventurar qué Cataluña admiraba Unamuno y cuál no.

El joven regeneracionista que detestaba la decadente España de la Restauración aplaudió el dinamismo del novecentismo catalán, de vocación moderna y cosmopolita, y por eso llegó a confiar en que Cataluña podría tirar del país tomando así el relevo de la Castilla de los Austrias, a la que siempre ensalzó como constructora e impulsora de un Estado unido y un imperio cultural. Es cierto que, como casi todos los intelectuales de su tiempo, Unamuno pensaba que el centralismo uniformizador desaprovechaba la energía de la periferia, pero también culpó de ello a la endogamia catalana, que se preocupaba sólo de sí misma en lugar de implicarse en la recuperación de España.

Ésa es la clave que matiza su posición ante el catalanismo. Unamuno llegó a pedir a su amigo Joan Maragall que Cataluña ejerciera un "imperialismo" que catalanizara España entera… pero que lo hiciera en castellano, una lengua que tenía más posibilidades de difusión. Años después, en las Cortes republicanas, ejemplificó la relación entre las dos lenguas con su analogía del moderno máuser de repetición y la vieja espingarda (ésta, el catalán, habría que exponerla en un lugar preferencial de la casa, pero a la guerra era más aconsejable ir armado con el castellano), votó en contra del Estatuto catalán criticando el nacionalismo de los “señoritos resentidos” de Barcelona e incluso afirmó que era misión del Estado defender el castellano en Cataluña. Para más señas, en caso de que la Generalitat estableciera la obligatoriedad del catalán en el acceso a los cargos públicos.

 

 

Referencias y contextualización

A partir del 1 de diciembre, la Junta de Castilla y León instaló en diversos puntos de las ciudades y carreteras de la región 200 vallas publicitarias con la imagen del líder de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Josep-Lluís Carod-Rovira, acompañado de José Luis Rodríguez Zapatero, bajo el lema "Venceréis pero no convenceréis". Con esta frase, tomada de un discurso que pronunció Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca en los inicios de la Guerra Civil española replicando a un orador falangista que había calificado a los vascos y catalanes de "tumores pestilentes en el cuerpo de la nación", se aludía a la decisión del Gobierno español de devolver a Cataluña, a instancias de ERC, algunos documentos almacenados en el Archivo de la Guerra Civil situado en Salamanca.

Los nietos y biznietos de Unamuno enviaron tres cartas al secretario general del PP, Ángel Acebes, al alcalde de Salamanca, Julián Lanzarote, y al consejero de Presidencia de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández-Mañueco (cuyo padre fue alcalde en tiempos de Franco), protestando por la utilización de la frase de su ilustre antepasado. "No era esto" son las paradigmáticas palabras que pronunció José Ortega y Gasset ante la deriva hacia la izquierda de la II República.

A la utilización de la frase de Unamuno para la campaña de protesta contra la entrega a Cataluña de ciertos documentos del Archivo de Salamanca hace referencia, junto a otro tema, el artículo anterior, "Del artefacto al arte". Sobre el traslado de los documentos en sí, se puede leer "Del talante: del suyo y del nuestro" y "Yo también me habría abstenido", y, acerca de la manifestación que se convocó en junio en la ciudad salmantina para protestar contra ella, "Va a ser que nuestro enfado es político". Dado que la polémica llevaba ya años en vilo, hay otros artículos anteriores que también se centran en ella, como "Los documentos", "Archivo invertebrado" y la parodia "El Archivo Feliz".

 

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