26 octubre 2005
Socialización de la violencia
 

Es lo peor que nos podía pasar. La ruptura de Serafín Segovia con su proveedor catalán y el sarpullido de insultos que ha brotado de allí señalan la deriva que tenemos que evitar a toda costa: que la confrontación estatutaria deje de ser pasto de políticos mediocres y nos la inyecten en vena a la gente de Castilla y Cataluña, haciéndola parte de nuestra vida. Sintomáticamente, fue la jerga etarra la que acuñó el término que mejor define este punto de no retorno, su gran objetivo estratégico: socialización de la violencia.

Aún no hemos llegado a tanto, pero el tono y la sustancia de las réplicas de los nacionalistas catalanes, en reñida pugna de indigencia mental con la carta del nacionalista español, anuncian un encono y una movilización mayores por ambas partes, azuzadas ya a estas alturas por Carod-Rovira y Jiménez Losantos. Desde Cataluña nos escupen: “fachas”, “retrógrados”, mientras al mismo tiempo se enorgullecen de la flamante actualización de su Estatut al siglo XIX o los años 30, cuando aún se hablaba de espíritu del pueblo encarnado en su lengua vernácula. Por aquí, Segovia parlotea como uno más de los papagayos del guerracivilismo que fomenta la Cadena Cope-de-Llano para luego acusar de ello al Gobierno.

Boicots, insultos. ¿En nombre de qué? Los nacionalistas españoles sólo saben argumentar: “Mi nación vale pero la tuya no, porque lo dice la Constitución”. Los vascos y catalanes, por su parte, se figuran que sus naciones son más auténticas que España, el Estado artificial, por obra y gracia de su arraigada conciencia identitaria, que es algo así como decir que un esquizofrénico es Napoleón por el mero hecho de creérselo. No podíamos esperar más altura intelectual de un debate sobre los sofismas vacuos de las patrias, pero, ya que se han centrado en los nombres y Zapatero tiene ocho fórmulas, es decepcionante no encontrar entre ellas “casualidad nacional”, “fetiche nacional”, “entelequia nacional”, “chorradita nacional” ni “masturbación nacional”, indistintamente aplicables a Cataluña, Euskadi o España.

Se apoderará de la agenda pública una pasión privada, subjetiva e irracional que no merece más atención que la del creyente o la del freaky de Star Wars. Se movilizarán un millón de catalanes reclamándose nación y un millón de castellanos replicando que no hay más nación que España. Apelarán unos y otros a la esencia de la democracia, que consiste en contabilizar opiniones en vez de demostrar argumentos. Y, mientras, los castellanos y catalanes con algo de pudor pasaremos de España, pasaremos de Cataluña y nos dedicaremos a vivir la vida.

 

 

Referencias y contextualización

Esta semana se conoció en Castilla y León el incidente provocado por el empresario vallisoletano Serafín Segovia Vendrell, propietario de un negocio de decoración, que el 30 de septiembre envió una carta a la empresa textil Anglatex, explicando que dejaba de comprarla género por no haber hecho nada por oponerse al Estatuto de Cataluña, y no querer él que sus impuestos se quedaran en Cataluña ni tener que hablar en catalán, dos de las consecuencias que, según se había encargado de proclamar la derecha, conllevaría la aprobación del Estatuto. Al día siguiente, una de las responsables de Anglatex, Eva Rosell, reprodujo el texto de la misiva en carta al director publicada por El Periódico de Catalunya y también en Internet, con todos los datos de Segovia, lo que desató toda una serie de contestaciones de ciudadanos catalanes, que insultaban al empresario vallisoletano con calificativos como "facha", "retrógado", "cavernícola" y "mesetario" e incluso amenazándole de muerte, y refiriéndose a Valladolid con el extendido apelativo de "Fachadolid".

Gonzalo Queipo de Llano, destacado general del bando franquista durante la Guerra Civil, se distinguió desde agosto de 1936 hasta enero de 1938 por sus charlas radiofónicas nocturnas desde Sevilla, en las que excitaba a sus partidarios con una peculiar mezcla de histrionismo, demagogia y demonización y ridiculización del adversario. El periodista más emblemático de la Cadena COPE, Federico Jiménez Losantos, había llamado a los españoles a movilizarse contra el Estatuto de Cataluña, igual que había hecho en sentido contrario el líder de ERC, Josep-Lluís Carod Rovira, dirigiéndose a los catalanes.

Se da la circunstancia de que, justo el día en que se publicó este artículo, el ministro de Industria y primer secretario del PSC, José Montilla, acusó a la COPE, "propiedad de los obispos" de lanzar "mensajes que incitan al odio, la división y la confrontación", lo que "no es de recibo y no pasa en ningún país de Europa".los periódicos. En los días siguientes, estalló una sonora polémica entre los medios que defendían la libertad de prensa de la COPE y diarios como El País y, sobre todo, El Periódico de Catalunya, afines al PSOE y favorables a la aprobación del Estatut. Aunque por supuesto pudo tratarse de una coincidencia, Kiko Rosique envió este artículo a El Periódico de Catalunya el jueves 27 y el diario catalán, que no lo publicó, hizo suya sin embargo la comparación de Jiménez Losantos con el general Queipo de Llano en su diatriba del domingo 30.

Sobre el Estatuto de Cataluña, se pueden leer también "¿La metafísica cambia de partido?" y "Fascismo por fascismo". Sobre la relación histórica entre Castilla y Cataluña, ver por ejemplo "Castilla y Cataluña: 500 años de antagonías", "Archivo invertebrado", "El otro 11 de septiembre", "Enfrente y detrás de Cataluña" y "Bandoleros catalanes".

Sobre la radicalización de la prensa de derechas en la segunda legislatura del PP y tras las elecciones de marzo de 2004, trata "Siete candados al sepulcro del Cid"

 

 

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